
“LA MUJER QUE DABA DE COMER A LOS PERROS CALLEJEROS… PERO NO SOLO LES DABA COMIDA: LES DEVOLVÍA LA DIGNIDAD”
Tenía 59 años y una rutina que no cambiaba, lloviera o hiciera sol.
Cada día, al amanecer, salía con un carrito de supermercado viejo y recorría las calles de su barrio en Guadalajara.
El carrito no llevaba compras.
Llevaba bolsas con arroz, pollo hervido, croquetas, agua limpia y mantas usadas.
Julia no trabajaba para ninguna asociación.
No recibía donaciones.
No hacía videos para redes sociales.
Simplemente lo hacía porque sí.
—“Ellos también tienen hambre”—decía, señalando a los perros callejeros que se le acercaban con miedo primero… y con cariño después.
Pero Julia no solo les daba de comer.
Se arrodillaba al lado de ellos, les hablaba bajito, les quitaba las garrapatas con paciencia, les limpiaba los ojos con un pañuelo.
—“La calle te hace sentir invisible”—decía—.
“Por eso no basta con dar comida. Hay que mirarles a los ojos, decirles que importan.”
Algunos vecinos la veían raro.
Otros comenzaron a ayudarle, dejándole bolsas de croquetas en la puerta.
Un día, alguien subió un video a Facebook:
Julia dándole agua a un perro callejero que temblaba bajo la lluvia, mientras lo tapaba con una manta vieja.
La imagen se hizo viral.
Miles de personas compartieron el mensaje:
“No es solo comida.
Es recordarle a un ser vivo que no está solo en el mundo.”
Hoy, en ese barrio, muchas personas sacan un plato de agua a la puerta.
Otros dejan comida en las esquinas.
Algunos empezaron a adoptar.
Pero todos saben quién sembró esa costumbre.
Julia Paredes, la mujer que nunca quiso cámaras ni aplausos.
Solo quería que los invisibles dejaran de serlo.
Y cada vez que alguien alimenta a un perro callejero, sin mirar a otro lado, se está cumpliendo su verdadera misión:
No es dar lástima.
Es devolver dignidad.